“MUCHACHA DE SAL”
"Hace tiempo, conocí a una muchacha que adoraba los pájaros, los árboles, el cielo y el mar. Era especial, su cuerpo era de sal.
Alguna vez la acompañé a la playa, solía sentarse sobre la arena para escuchar el mar. Su mirada fija y distante, sugería tristeza.
A menudo, se lamentaba de no poder tocar el agua, ni tan siquiera soñar. De todo esto ya hace mucho tiempo…, dudo mucho que dejara de ir a la playa, lo que me hace pensar que un día su dolor fue tan grande y su tristeza tan honda, que a pesar de todos sus esfuerzos no pudo evitar el deseo de sumergirse en un mar lleno de peces, tortugas y toda clase de especies, aun sabiendo que se disolvería en él.
¿Será feliz entre tanta agua?
Hay quien dice haberla visto convertida en una sirena emergiendo entre las olas del mar. Sin embargo, nadie se explica cómo el agua dulce convirtió en agua, cada vez más salada. ¿Será que sus lágrimas no dejan de brotar de sus ojos?
Ahora soy yo, quien me siento en silencio sobre la arena esperando volverla a ver algún día.
De mí; "Nací en un pueblo donde los sonoros silencios del mar fueron mi cotidiana canción de cuna. Un viejo calamar me enseñó a leer y, con su tinta, a escribir. Me enseñó muchas cosas, entre ellas, que la hache sabe mucho del silencio, que la coma sirve para ir más despacio, el paréntesis para tomarse un descanso y el punto final para las despedidas. Con el tiempo, me aficioné a jugar con las palabras y las imanenes. Descubrí que la fantasía es un instrumento para conocer la realidad y que a través de la imaginación podemos jugar a: sentirnos un pirata, un superhéroe, un caballo o un mago, incluso podemos volar como los pájaros o sumergirnos como los peces. Escribir me da la posibilidad de sentirme creadora del universo, aunque éste se limite al que contiene a los personajes… también me da la posibilidad de soñar lo que quizás nunca se hará realidad , haciendo partícipes de mis sueños a quienes comparten conmigo lo escrito." Fátima Mª Fernández Méndez
Alguna vez la acompañé a la playa, solía sentarse sobre la arena para escuchar el mar. Su mirada fija y distante, sugería tristeza.
A menudo, se lamentaba de no poder tocar el agua, ni tan siquiera soñar. De todo esto ya hace mucho tiempo…, dudo mucho que dejara de ir a la playa, lo que me hace pensar que un día su dolor fue tan grande y su tristeza tan honda, que a pesar de todos sus esfuerzos no pudo evitar el deseo de sumergirse en un mar lleno de peces, tortugas y toda clase de especies, aun sabiendo que se disolvería en él.
¿Será feliz entre tanta agua?
Hay quien dice haberla visto convertida en una sirena emergiendo entre las olas del mar. Sin embargo, nadie se explica cómo el agua dulce convirtió en agua, cada vez más salada. ¿Será que sus lágrimas no dejan de brotar de sus ojos?
Ahora soy yo, quien me siento en silencio sobre la arena esperando volverla a ver algún día.
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