Negocios de Los Pinos.
Al calor
de la crisis que estalló a finales de 1994 –y que fue provocada, en buena
medida, por los turbios manejos económicos de su antecesor Carlos Salinas–
Ernesto Zedillo y sus asesores idearon el negocio de convertir deuda privada en
pública, es decir, hacer pagar al conjunto de la población enormes sumas de
dinero dilapidado o robado por banqueros y otros empresarios. Éstos mantuvieron
sus fortunas intactas, en tanto que el grueso de la sociedad se empobreció por
efecto de la inflación, la devaluación, los recortes presupuestales y las
políticas de contención salarial del sexenio; muchos perdieron total o
parcialmente su patrimonio, mientras un puñado de favorecidos por el régimen
multiplicaron sus fortunas en el casino con dados cargados que fue la conversión
del Fobaproa en IPAB, una maniobra legislativa ejecutada por el PRI y por el
PAN.
En el curso del sexenio siguiente, encabezado por
Vicente Fox, el país recibió, por el incremento en los precios petroleros
internacionales, recursos inesperados equivalentes a más de 70 mil millones de
dólares. Con tales recursos habría podido pagarse la deuda que dejó el
zedillato, pero hasta la fecha nadie ha podido explicar a cabalidad el destino
de ese dinero. En cambio, es de dominio público el enriquecimiento de la
familia foxista mediante, entre otros negocios, la adquisición a precios
irrisorios de bienes del Fobaproa.
El ahora
ex presidente Vicente Fox estudia la posibilidad de volverse narcotraficante
–así lo ha ostentado de manera pública– si es que llegara a prosperar una
modalidad de despenalización de la droga (apoyada, también por cierto, por
Zedillo, empleado de empresas con intereses en el mercado farmacéutico) que no
sería sino una transferencia de la intermediación, como la definió con
sorprendente precisión el narcotraficante boliviano Roberto Suárez Gómez, ya
fallecido.
"Yo no creo en
esta guerra contra el narcotráfico, porque nadie va a erradicar el mayor
negocio del mundo. De lo que se trata aquí es de la transferencia de la
intermediación", afirmó Roberto Suárez Gómez durante una entrevista
exclusiva con EL PAÍS. Acusado por la Drug
Enforcement Agency (DEA, agencia antinarcóticos norteamericana) y algunos sectores de la policía boliviana
de ser el rey de la cocaína. (http://goo.gl/BZJHLI).
¿Qué sentido tiene que el régimen siga disputando
territorio y poder a los narcos tradicionales (o al revés: es lo mismo)
si dispone del Congreso para transferir la intermediación a sus empresarios
honorables?
Todo negocio tiene dos puntas. Así como el ex
gerente de la Coca-Cola pretende hacer dinero vendiendo droga legalizada (un
escenario que sería una vuelta a los orígenes para la compañía que fue su alma
mater), su sucesor, Felipe Calderón, auspició la realización de enormes
operaciones comerciales de carácter bélico –adquisición de armamento, sistemas
de inteligencia y comando, venta de protección, compra de testigos y otras–
para su guerra contra la delincuencia y el narcotráfico. La guerra de Calderón
no sólo sirvió a empresas registradas (en el extranjero, sobre todo) sino que
también dio margen para que los capos de la droga y el crimen organizado
expandieran sus fortunas, sus zonas de control, su capacidad organizativa, su
poder de fuego y su poder de compra de funcionarios. Se tiene ahora la noción
de que las políticas de seguridad pública del calderonato costaron más de cien
mil vidas pero no existe hasta la fecha un cálculo integral del dinero que el
país perdió en eso que ha sido, al mismo tiempo, la lucha contra, y la
promoción de, un sector completo de la economía nacional.
Ahora
Enrique Peña Nieto intenta otra modalidad de transferencia de la
intermediación: su iniciativa de reforma legal presentada busca transferir a manos privadas la industria
petrolera, la cual corresponde en exclusiva, de acuerdo con el estatuto
constitucional y legal aún vigente, a la nación: un nuevo capítulo en el
fomento al enriquecimiento de unos cuantos y en el empobrecimiento de la
población en general.
La
renta petrolera, dinero que hoy pertenece legalmente a todos –aunque los
gobernantes en turno lo privaticen en corto día a día, es decir, aunque se lo
roben– iría a parar, total o parcialmente, a los bolsillos de los dueños reales
del poder político.
Zedillo
presentó el tema del Fobaproa en forma lo suficientemente complicada para que
la mayoría no entendiera que se trataba de un robo. Fox camufló, entre
mecanismos de transparencia, la desaparición de decenas de miles de millones de
dólares; Calderón engatusó a algunos sectores con la mentira de la seguridad
pública. El negocio que pretende cerrar Peña no es tan fácil de legitimar
porque en México el estatuto nacional de la industria petrolera es mucho más
que un mandato constitucional: forma parte de la conciencia nacional
mayoritaria. Por eso el intento de reforma de Peña tiene que ir presentado en
forma hipócrita –la palabra privatización ni siquiera se menciona– y mendaz
hasta el punto de invocar al general Lázaro Cárdenas del Río como supuesto
simpatizante temprano de la privatización….. Negocios son negocios.
Agradecimientos a
Pedro Miguel
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